Con nocturnidad y alevosía

En el centro los fines de semana en las apps de ligue son una fiesta paralela a la de los bares y discotecas. El viernes por la tarde la gente se conecta para buscar plan, ya sea para aliviarse antes de la fiesta o para asegurar un polvo si la noche no acaba como debiera. Después de cenar solo quedan los que tienen otras obligaciones o no tienen plan. El ambiente sigue calmado hasta las tres de la noche que empiezan a aparecer chavales en busca de guarreo nocturno, a esas horas todavía se puede tener una charla de las de “conocer y lo que surja”.

Chicos bajándose los pantalones con el pie

La ronda más directa y desencarnada se da sobre las seis de la madrugada, cuando cierran las discotecas. Ahí solo puedes acabar tratando con tíos que están en la cama borrachos, cachondos y a punto de dormir o con los que prefieren acabar la noche con un buen polvo. A esas horas intento estar ya acostado, pero aquella noche me la había pasado estudiando y necesitaba un poco de relax con nocturnidad y alevosía.

—¡Hola! ¿Qué tal? —escribió Alejo.
—Bien, estoy tirado en la cama.

Sé que es una respuesta de cero sesenta, pero en ese momento ciertamente estaba ya en la cama y con la luz apagada.

—Acabo de salir de la discoteca y estoy esperando el bus.
—¿Estás esperando al bus o estás esperando una cita?

Alejo, diecinueve años, latino, dulce y natural… no hizo falta mucha conversación para convencernos de que sería divertido pasar un rato juntos antes de dormir. Me puse una camiseta y unos gayumbos limpios porque quedar a las tantas no significa tener que ir descuidado a la cita.

Mientras le esperaba no pude evitar los típicos nervios que siento a la hora de quedar con alguien, ¡creo que esos nervios nunca desaparecerán! Para tranquilizarme apelo a la curiosidad. ¿Qué me encontraré? ¿Será más guay de lo común? No es que importe mucho cuando uno busca echar un polvo, pero siempre hay una excitación a la hora de encontrarte con un desconocido y para mí incluso en lo más casual la conexión lo marca todo.

Antes de entrar avisé de que no hiciera ruido hasta que llegáramos al dormitorio (había gente durmiendo en casa). Completamente a oscuras Alejo me cogió la mano y le llevé al cuarto, donde la música sonaba bajita por los altavoces, y nos vimos a través del filtro rojo de mi lámpara de noche. Alejo era mucho más bajo que yo, delgadito y un poco marcado, con pelo castaño y piel cobriza. Lo que menos me gustó fue su vestimenta, tan… ¿hetero? Demasiado básica para venir de fiesta.

Se quedó como una estatua frente a mí con la mirada clavada en el suelo y se produjo un silencio suficientemente largo como para que empezara a ser incómodo, estaba tan bloqueado que no supe bien cómo reaccionar.

—¿Te pasa algo? Estás super nervioso —le dije cediéndole espacio.
—N… no —pero seguía sin levantar la mirada.
—Mírame, hombre, que no te has metido en la cueva del lobo.
—No puedo, me da mucha vergüenza…

Si no daba yo el paso no lo iba a dar nadie, así que levanté su cabeza con la mano y le besé, unos buenos labios gruesos y húmedos como a mí me gustan. Con eso se motivó y dejándose llevar se me echó encima, quitándose la camiseta y los pantalones dejándome ver su cuerpo sin vello alguno. No estaba depilado ni nada, es que directamente no tenía.

Nos besamos mucho y le lamí todo el cuerpo con la seguridad de que no iba a dejar pelos, luego me puse a mamar, pero no era fácil… tenía una picha pequeña, no muy corta pero sí muy fina y se hacía difícil de agarrar. Tenía presente que tras mis últimos encuentros (los que pasé con aquel medio-novio con el que corté por la distancia) se me había olvidado cómo era hacer de pasivo, y al ver esa polla tan manejable vi que era una buena oportunidad para volver a estrenar mi culo y acostumbrarlo a que lo follen y así aprovechar así la situación a mi favor.

—¿Eres activo o pasivo? —preguntó Alejo, que ya estaba suelto y emocionado.
—Quiero que me folles. ¡Ya!

Se colocó a mis espaldas y metió un dedo (placentero), y luego un segundo dedo (no tan fácil pero entró) y así hasta que el cuerpo empezó a acostumbrarse a la sensación. La escena de dedos y gemidos hizo que Alejo no pudiera contenerse más, se puso el condón y se restregó como un perro hasta que en uno de los empujones entró sola. Ventajas de tener una polla discreta.

Casi sin proponérselo ya le tenía en el fondo de mis entrañas. No esperaba que pudiera darme tanto placer, entraba y salía sin problema llegando exactamente a donde debía llegar, supongo que al punto G porque estaba sintiendo escalofríos. Me folló mucho tiempo en esa postura, apoyándose en sus brazos mientras que yo levantaba las piernas boca arriba… mantenía una expresión rígida en su cara y la metía a intervalos regulares con un estilo rítmico y profesional, casi militar, como lo hacen los actores porno. Esa actitud le daba una apariencia seria y autoritaria que resultó morbosa.

Alejo se preocupó de mantenerme empalmado y cachondo todo el tiempo, cosa que es una bendición para los que dilatamos reguleras. Esa empatía hace que me entregue el doble. Cambiamos a otras posturas para darle dinamismo al asunto, o quizá para vencer al sueño, de lado que es de mis posturas favoritas y en la que él podía llegar bien adentro.

Alejo se preocupó de mantenerme empalmado y cachondo todo el tiempo, cosa que es una bendición para los que dilatamos reguleras. Esa empatía hace que me entregue el doble. Cambiamos a otras posturas para darle dinamismo al asunto, o quizá para vencer al sueño, de lado que es de mis posturas favoritas y en la que él podía llegar bien adentro.

Que me follara era tan agradable como hacerse un dedo en una paja (un dedo gordo), no pude aguantarme y me corrí hacia afuera casi sin tocarme, apuntando hacia afuera para no manchar. Cuando Alejo vio mi semen que se había quedado chorreando por las barras de la cama me abrazó fuerte y se corrió en mi culito embistiéndome como un animal.

Después de todo a Alejo se le veía mucho más suelto que al principio. Tumbados en la cama, me dijo que era teleoperador y hablamos de los gajes de su oficio, y también me preguntó por mis gustos musicales, todo para contarme lo mucho que le gustaba Leona Lewis. Se animó a poner sus canciones favoritas en el altavoz y disfrutamos de ese momento. Viéndole tan emocionado me pareció tierno que tras el filtro de homosexualidad reprimida que desprendía hubiera un pequeño marica que adora a sus divas.

Cuando la mañana ya entraba con fuerza por la ventana miró el reloj y le entraron los nervios, saltando de la cama para vestirse a toda velocidad. Sin entender lo que estaba pasando, me puse los calzoncillos y unos pantalones de pijama.

—¿Por qué te han entrado las prisas tan de repente? —pregunté.
—Verás, es que vivo lejos y tengo que ir a misa, como no llegue a tiempo me va a caer una buena.

Creo que era la última explicación que hubiera imaginado, el mismo chico que había cometido pecado mortal contra mi culo ahora tenía que marcharse a recibir la santa comunión. Por fuera estaba mudo y por dentro riéndome, aunque no soy quién para juzgar a nadie.

—Es por mis viejos, que me tienen amargado, tío —su tono triste me dio pena—. Sé lo que estás pensando… odio ir a misa.

Imaginé lo horrible que es que tus padres te obliguen a ser cristiano, quizá fuera la primera vez que salía por el ambiente, de ahí los nervios, y en la oscuridad de la jungla gay me había encontrado a mí. Yo me pude desentender por completo de la religión en cuanto hice la confirmación (me queda pendiente apostatar), pero es acojonante que otros no puedan hacerlo tan fácilmente ni siendo ya mayores de edad…

—Es una mierda —dije ayudándole a recoger sus cosas—. Si quieres puedes darte una ducha rápida, no tengo problema.
—No, gracias, me voy que no llego. Ha estado muy bien, ojalá nos veamos otro día.

Me dio un besito de despedida y se marchó a casa, o a la iglesia. Quién sabe si no le daría morbo presentarse en la casa del señor oliendo a sexo. El estado post-polvo no me permitía saber si volvería a repetir, había conseguido soltarse pero su timidez había sido tan tierna como cortante.

Juraría que no me miró a la cara en todo el rato que estuvimos follando.

Comentarios

Siéntete libre de dejar un comentario.
Se puede comentar con cuenta de google, con seudónimo/url (la url se puede dejar en blanco) o en anónimo.

  1. Timidez o sentimiento de pecado/culpa?. Lo digo por lo que te suelta de ir a misa.
    Mi experiencia con sudamericanos no es muy extensa, pero la que ha habido, normalmente satisfactoria. Se reparten al 50% entre muy sumisos/pasivos y muy activos. No tienen un termino medio. Es curioso, tendré que buscar más, jejeje...
    Y lo que ciertamente me llama siempre la atención es la piel tan lisa y suave que tienen.
    Claro que es lo contrario a lo que prefiero. Pero para variar...
    No sé quien es Leona Lewis, pero le voy a poner remedio ;-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahora que lo dices no he expresado demasiado bien eso, realmente era muy palpable el sentimiento de culpa por las cosas que dijo, menos mal que hilas fino :P
      En cuanto a lo de los pelos ahora estoy igual pero en aquellos tiempos incluso me depilaba y me afeitaba. ¡Qué necesidad! Si llego a saber que me van a poner tanto me hubiera ahorrado todo aquel sufrimiento.
      Saludos y gracias por el apoyo!

      Eliminar
  2. En mi experiencia con sudamericanos hay de todo, pero sobre todo me he encontrado con pasivos muy pasivos. El tamaño, que tengo que reconocer que a mi a primera vista si que me parece importante, a veces no es lo primordial... Puedes encontrate, como te pasó, con pollas más pequeñas que follen muy bien, al igual que encontrarte con pollazas dignas de catálogo que son muy torpes.
    @perro, te vamos a dar un bocado por no saber quien es Leona Lewis, seguro que cuando escuches Bleeding Love sales de dudas :P

    ResponderEliminar