Una morbosa coincidencia en tiempo y espacio (2): Lucas

Una semana después de la noche en que nos conocimos estaba echándome la siesta cuando volví a recibir un mensaje de Lucas.

—¡Hola! ¿Te apetece que nos veamos esta noche? Me apetece mazo sentir tu boca otra vez… y también tengo ganas de besarte.
—No voy a poder quedar por la noche, lo siento. ¿Mañana, quizá?
—Jo, mañana no sé si podré —respondió—. ¿Qué tal te fue el examen?
—Nos lo han aplazado al lunes, así que tengo más tiempo para estudiar.
—¡Qué bien! Pero también tienes que desestresarte.
—¡Por supuesto!
—Oye, ¿Y si quedamos ahora mismo podrías? —preguntó tras un rato de conversación.
—Mmm… vale, puedo acercarme si quieres.
—Genial, hoy el perro no está no está en casa así que no te va a molestar.
—¿Me esperarías en gayumbos?
—Vale, jeje.

No solo me hacía ilusión que Lucas volviera a hablarme sino que me venía genial en época de exámenes cuando no hay tiempo para conocer a gente nueva, así que me arregle y acudí obedientemente a la llamada del vecino.

Aunque mi primera visita fue corta, resultó ser muy conveniente para encontrarnos más relajados el uno con el otro, él me preguntaba y me contaba cosas y se le veía interesado en tener un acercamiento. Lucas era un chico de letras, pero le gustaba también el arte y la arquitectura y tenía sensibilidad política. Y mientras hablábamos le gustaban los roces y tal, supongo que practicábamos eso que en argot se llama colegueo.

Lucas solía quedarse en camiseta y a mí me dejaba libertad para quitarme la ropa que quisiera, que era justo lo que necesitaba en ese momento. Los calzoncillos tipo bóxer le sentaban como un aguante en su cinturilla, hacían que se le marcase todo el paquete y las piernas y me molaba sobarle con ellos hasta que se empalmaba. Era super excitante ver cómo ese pollón se liberaba frente a mi cara listo para ser comido.

—Me encanta tu boca… la comes mejor que mi novia —soltó de repente.

Aunque sonreí pícaramente al cumplido me pareció un comentario que no le pegaba para nada. Tuve la tentación de preguntarle si era abiertamente bisexual (o un autodenominado heterocurioso), pero me daba de que la respuesta podía ser más incómoda que la pregunta, eso sí, se le veía demasiado abierto como para estar en el armario. Discreción aparte, Lucas no le daba importancia al tema y yo lo único que quería evitar es verme en la situación de que la novia apareciera por la puerta.

Aquella vez se la comí más tiempo y al fin pudimos disfrutar de besarnos sin prisas y masturbarnos el uno al otro. Me gustaba que Lucas me dijera lo que hacer precisamente porque su aspecto y personalidad no era dominante, y pese a ello consiguió que quisiera ofrecerle ese poder.

Primero se sentó en el sofá y me arrodillé ante él a practicar la garganta profunda, y luego se levantó y enderecé la espalda tragando sin usar las manos. Nada le ponía más duro que cuando le miraba a la cara en esa posición. Me sentó después en la mesita del salón y dejé que me follara la boca a su gusto hasta que se cansara para terminar finalmente en la posición del principio.

Pasó más de una hora hasta que dijo que no podía más y me hizo terminarle. No fue el hecho de sentir su corrida caliente deslizándose por mi mano lo que reviví durante toda la semana en mis pajas sino que me obligara a pajearme lubricándome con ella.

No estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo mamando y me dolían los carillos. Me quedé a su lado acariciándole mientras se relajaba en el sofá, respetando sin presiones el momento de bajón después de la corrida.

—¿No te corres? Te la puedo chupar yo si quieres.
—No —respondí.

Me abroché los pantalones y me piré de su casa. No es algo que tuviera pensado, pero a partir de ese momento Lucas captó el mensaje: yo iba allí a comerle el rabo y a nada más que eso.

Hasta ese momento la idea de quedar y no correrme me daba pereza, o me parecía que no tenía sentido, pero la situación que se estaba dando entre nosotros me lo pedía. De esa forma empecé a descubrir el placer de servir con dedicación a mi nuevo follamigo y, aunque nunca llegó a haber una relación clara de sumisión, ni mucho menos, dejé en segundo plano mi propio placer físico en pos del suyo.

—¿Te apetece comérmela? —así me invitó la siguiente vez—. El otro día me encantó lo que hicimos. O sea, la primera también, pero es que la segunda...
—Mira esto —y le mandé un provocativo nude—. Cuando pienso en cómo te pones cuando te la como acabo así.
—Joder, ¿y cómo me pongo cuando me la comes? ¿te gusta cómo me pongo?
—Lo cachondo que estás, lo bien que besas, lo que me dices…
—🙂

Cuando llegó la navidad pasé mucho tiempo fuera de Madrid ya que no tenía clases hasta febrero, pero mantuvimos contacto. A la vuelta, Lucas siguió detrás de mí y me enseñó que el placer psicológico puede ser tan bueno como el físico.

—Quiero que seas mi mamón, mi boca fija —dijo con contundencia.
—Haré lo que me pidas.
—De momento sigue haciéndolo como lo haces, que me vuelve loco, con más práctica va a ser increíble.
—Con más experiencia nadie te lo va a hacer como yo.
—Eso, te haré mi mamón, lo vamos a pasar de la hostia.

Una vez formalizado nuestro contrato verbal Lucas empezó a venir con frecuencia a mi casa, que le pillaba de camino al volver del trabajo. Cuando tenía ganas de descargar se pasaba antes de cenar, y a no ser que tuviera algo importante le invitaba a subir. Había la suficiente confianza como para adaptarnos al tiempo que tuviéramos en cada ocasión.

Pasábamos a mi cuarto, se bajaba los pantalones y me ponía a mamar sin más historias. Si proponía algo nuevo mi deber era poner todo el empeño en hacerlo posible. Solía correrse en el suelo o en mi cara y a veces me decía que le gustaría correrse en mi boca, me negaba dejando la puerta abierta a acceder con más tiempo y confianza aunque alguna vez no pude resistirme a lamer lo que quedaba en la punta.

—Lo que más morbo me da es que me mires mientras lo hacemos, me encanta mirarte a los ojos mientras tienes mi polla en tu boca.

Uno de esos días acabó saliendo el tema de su relación. Me preguntó que si recordaba que él tenía pareja. “Sí, me dijiste que tenías una novia”, respondí, y dijo “Pues ahora estoy con un tío”. Siguió explicándome que la relación con esa chica no era muy seria y que había vuelto con el pibe con el que estaba, es decir, su exnovio.

Vivían juntos y siempre habían tenido una relación abierta, de modo que podían tener los planes sexuales que quisieran siempre que fuera por separado y siendo discretos sobre el tema, ya que preferían no verse ni contarse esas cosas. “Lo tenemos hablado y no es plan de que nos pillemos el uno al otro con otras personas, por respeto. Además, lo que hago contigo no es algo que esté haciendo a diario”.

Entender que tenían una relación estable y clara me hizo seguir disfrutando de nuestros encuentros sin rayadas. Pero como la materia ni se crea ni se destruye sino que solo se trasforma ahora Lucas había introducido en mi subconsciente la fantasía de que me invitaran a su cama para ser el mamón de los dos. Lástima que dejara tan claro que solo quedaran por separado… fijaos, incluso esa prohibición le daba un puntito extra picante. Podía ser el primero que consiguiera romper sus normas.

Poco a poco iba logrando el objetivo de aprender su polla y aunque se me saltaran las lágrimas me ponía estar cada más más entrenado para Lucas. Prestando atención a las conversaciones para descubrir sus gustos, aprendiendo de sus expresiones y gemidos… adaptándome como un perro en su nuevo hogar.

Él decía en broma cosas como: “Si no estudias no hay polla, así te motivas” o “Mi polla crece más de lo normal cuando estoy contigo”. Yo notaba cuándo quería solo un poco de sexting morboso para hacerse una paja en casa o si realmente necesitaba quedar, y ahí despertaba en mí el instinto por satisfacerle. Los besos fueron cada vez más secundarios y nunca llegamos a follar como tal.

Si no había tiempo íbamos al grano y si no había sitio nos sacábamos las castañas del fuego aunque fuera a escondidas en el portal. En una de esas estábamos en la cama y me dijo que quería hacerme una foto para que viera lo guapo que me ponía comiéndosela. Me hizo cuatro fotos con mi móvil, era la primera vez que me veía en una foto guarreando, luego elegí la que me pareció mejor de las cuatro, la recorte para que no se viera mi cara y se la envié por WhatsApp. Sé que a día de hoy todavía la conserva.

Ese día me dejó hacerle “edging”, prometiendo que mantendría las manos quietas para que cada vez que estuviera a punto de correrse parara y me dedicase a hacerle otras perrerías hasta que se recuperara. Así una y otra vez hasta que no paré y se corrió como nunca, tan espectacular que me hizo correrme enseguida, y cuando estoy cachondo soy especialmente lechero… se quedó sorprendido viendo cómo le regaba el cuerpo.

—Ha sido genial, en serio, bestial —escribió Lucas.
—Me quedo tan contento cuando lo pasamos tan bien como hoy…
—Además de ponerme mazo y comerla genial eres super dulce, tienes un brillo en los ojos muy chulo.
—Buenas noches, ten un buen día mañana en el curro.
—¡Gracias!

El ritmo de la follamistad fue decayendo progresivamente hasta que en el verano terminó de forma natural y sin problemas. Con él no solo aprendí a ser un mamón experimentado sino que por primera vez tuve una inocente incursión en los placeres de la sumisión.

Sin embargo, este no fue el final definitivo de mi historia con Lucas y lo que vino después llevó el morbo hacia lugares inesperados.

3ª PARTE

Comentarios

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  1. Con este retoque te ha quedado mucho mejor, que ya estaba bien, pero queda aclarado lo de la novia, por ejemplo.
    A ver que nos depara la tercera parte ;-)

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  2. Muy buen relato, aun me cuesta entender la sumisión, pero me mola leer sobre ello y también aprender.
    Gracias por tus comentarios en mi blog, hacen que publicar sea mas satisfactorio. Un abrazo.

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    1. IVI!! Te devuelvo las gracias por pasarte por aquí!
      Abrazos :)

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