Jugando a descubrirnos en el recreo
La primera vez que me explicaron lo que era una paja tenía siete u ocho años, hace ya mucho tiempo… aunque, a veces, no parece tanto. Navegar entre los recuerdos de la infancia es como rescatar una película de treinta y cinco milímetros donde solo quedan fotogramas muy concretos, imágenes que revelan nuestros sentimientos y deseos más recónditos y cuyo significado ha sido modelado por todas las versiones de la persona que eres, por eso es tan difícil expresarlos. Crecer en un pequeño pueblo te desentiende de muchos engorros de la vida moderna, no se pierde el tradicional vínculo comunitario donde todo el mundo se conoce, la vida es barata y cuentas con una libertad para usar las calles de la que no disponen la mayoría de niños de ciudad. Mi colegio era un viejo pero majestuoso edificio de torres altas y piedras blancas que en otro tiempo había albergado prisioneros de la guerra civil. Había mucha leyenda negra en torno a eso. Cuando estudiar aún no era una prioridad ca